San Andrés de Montearados

San Andrés de Montearados está situado a 8 km al sur de Sargentes con una altitud de 928 metros. Su entorno está cercado por laderas parameras abiertas por el sur hacia el cañón del Rudrón.

Como todo el municipio de Sargentes excepto Lorilla de la Lora, forma parte del Geoparque Mundial UNESCO Las Loras y del Parque Natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón, incorporado a la Red de Espacios Protegidos de Castilla y León.

El origen de su nombre está en el que ha sido santo titular de la iglesia parroquial desde su construcción en 1191 y también la advocación seguramente de templos anteriores a esta iglesia románica. Luciano Serrano registra San Andrés en el documento fundacional del Infantado de Covarrubias en el año 978 -Gonzalo Martínez lo considera un despoblado próximo a Ahumada- y en el año 1075 aparece citado como uno de los núcleos de población que integran el alfoz de Moradillo del Castillo.

En 1352 en el Becerro de las Behetrías recoge como lugar solariego de Fernando Rodríguez de Villalobos Sant Andrés de Mataradro, derivado de mata, grupo de árboles, y aradro, forma antigua y vulgar de arado. Joaquín Cidad cita San Andrés de Montorado es decir, monte arado.

El Catastro del Marqués de la Ensenada, en 1752, recoge que “tienen un monte llamado Montearado poblado de robles, ylagas (…) “

En 1613 el censo habla de 16 vecinos y el censo ganadero se afirma la existencia de 60 bueyes o vacas, 24 lechones y 700 ovejas-cabras. La población en 1880 era de 48 vecinos o 151 personas.

En el Catastro del Marqués de la Ensenada y en el Censo de Floridablanca de 1787 está citado como perteneciente a la Villa, Valle y Honor de Sedano y jurisdicción de señorío del Marqués de Villena y Aguilar.

La iglesia parroquial de San Andrés data de 1191. El retablo presenta imágenes del siglo XVII del escultor Juan de la Guerra, avecindado en Tubilla del Agua. De la construcción románica sólo se conserva el ábside, un canecillo tallado en el exterior, y como elementos escultóricos en el interior dos únicos capiteles románicos en el arco del presbiterio.

El capitel del lado de la Epístola representa el combate de un centauro que se vuelve hacia atrás para lanzar su dardo a una fiera con cuerpo de león y patas de ave que, a su vez, parece estar luchando con un animal serpentiforme de gran cabeza de ave. En la otra cara un grifo parece dar buena cuenta de un segundo ofidio, imágenes del bestiario medieval que Joaquín Cidad ha interpretado como la victoria de Cristo sobre las fuerzas del mal.

El caradrio y su leyenda

El capitel del lado del Evangelio es el más importante desde un punto de vista iconográfico. Es la representación de una escena funeraria interpretada por Joaquín Cidad como una invitación a la conversión moral. El elemento central es un hombre moribundo acostado en un lecho visto de perfil… Un pájaro alargado, de gran pico y patas cortas, parece volver la cabeza a la escena representada en el resto del capitel. Es el caradrio.

El simbolismo del caradrio está recogido en los bestiarios medievales y es el ave a la que, desde la Antigüedad, se le atribuye la función de pronosticar e indicar con su mirada si el destino del enfermo será sanar o, si no tiene salvación, morir.

En las representaciones aparece posado en la ventana o a los pies de la cama; si miraba fijamente al enfermo, sanaba. Si volvía la cara, significaba que el enfermo moriría.

El caradrio es un elemento excepcional en la iconografía románica. Hasta el momento los expertos en este periodo sólo han registrado dos representaciones: este capitel de San Andrés de Montearados, en el que se representa un pronóstico de muerte, y uno de los medallones esculpidos en la portada de Alne en Yorkshire (Inglaterra), en el que el caradrio vaticina sanación y vida.

Otro de sus joyas es la pila bautismal, en la que una inscripción en latín señala la fecha de fábrica y el nombre del cantero: “Me fecit Dominicus de te in Era MCCLII y su traducción sería “Me hizo Domingo de Terradillos en el año de la era de 1252” –año 1214-. Según Joaquín Cidad el motivo decorativo de juncos alude poéticamente a la vida que genera el bautismo.

El Arroyo del Rebollar y la Ermita de la Virgen de Brañosera son otros dos puntos de interés en la localidad.

Senderismo

La iglesia de San Mamés está incluida en el Sendero del Cañón del Rudrón y en el Sendero del Románico
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