Botánica de La Lora

Un enclave botánico singular

Descubriréis un universo natural: nuestra diversidad geológica y las características de este clima han propiciado una gran diversidad paisajística y biológica, faunística y botánica.

Dos rutas sencillas y señalizadas y una excelente guía botánica ilustrada, preparada por el profesor Pablo Barbadillo y editada por el Ayuntamiento, os permitirán disfrutar de la experiencia de conocer, observar y fotografiar una original y en algunos casos singular flora que, con más de 500 especies vasculares inventariadas, constituye un patrimonio natural sorprendente y valioso.

La difusión de la riqueza de nuestra flora nos permitirá conocerla, y así todos contribuiremos a valorarla y a sensibilizarnos sobre su protección.

Presentación

Pasa el tiempo y veo que no solo es la experiencia la que marca el buen quehacer en el medio rural. Nuestros pueblos están llenos de recursos que los hacen diferentes unos de otros. Ese Patrimonio, único y diverso, nos abre una vía para luchar por la supervivencia de nuestro territorio. En esa línea de trabajo, desde el Ayuntamiento de Sargentes de la Lora llevamos años luchando, difundiendo y protegiendo todo aquello que nos identifica, que nos ha ayudado a ser lo que hoy somos y que puede servir para afianzarnos en la lucha contra la despoblación rural.

Siendo nuestro municipio un referente por su Patrimonio, bien sea Industrial, Prehistórico o Histórico, el mismo se encuentra enclavado en un lugar natural de gran valor por su geología, formando parte del Geoparque de las Loras, espacio reconocido por la UNESCO, con su fauna y su flora. Esta última viste todavía más bonita, aún si cabe, ese fondo marino que sirve de lecho para decorar de manera especial nuestro territorio.

Gracias a esas espectaculares floraciones, surge la idea de hacer un trabajo en torno a la botánica de la Lora. Allá por el mes de febrero, conversando con nuestra guarda, Raquel Serna, gran conocedora del espacio y de los que lo estudian, nos pone en contacto con el profesor Pablo Barbadillo, incansable conocedor de nuestra botánica, con años de estudio de la misma y que pone a nuestra disposición el trabajo de muchos años reflejado en esta espectacular guía.

No podemos estar más orgullosos. Gracias a este trabajo, nuestro Patrimonio Natural toma una dimensión donde el conocimiento del mismo nos obliga a cuidar y proteger nuestro espacio, y sobre todo, agradecer a personas como Pablo y Raquel que nos enseñen a valorarlo como se merece.

Carlos Gallo Sarabia
Alcalde de Sargentes de la Lora
Paisaje primaveral de la Lora, con la argoma (Genista hispanica subsp. occidentalis) como planta dominante
Paisaje primaveral de la Lora, con la argoma (Genista hispanica

¿Por qué hablar de la botánica de la Lora?

Nuestra natural e inevitable preferencia por los paisajes rebosantes de verdor y aguas cristalinas – un hecho que el ecólogo F. González Bernáldez denominó fitohidrofilia – nos impulsa a infravalorar, incluso ignorar, toda otra manifestación paisajística que no encaje en este modelo. Es por ello que tendemos a considerar nuestros “páramos” como entornos estériles y yermos, desprovistos de encanto y de vida, creyendo que la actividad humana incontrolada – incendios, talas, agricultura y ganadería intensivas – es la responsable última, y única, de la existencia de estas superficies desarboladas.

Sin embargo, la cuestión es bastante más compleja. Si bien es verdad que durante siglos la mano del hombre ha colaborado al establecimiento de vastas áreas deforestadas, el origen de los páramos ibéricos y estepas europeas se debe, en gran medida, a otras causas naturales anteriores a la aparición de las poblaciones sedentarias humanas. Factores geológicos, geográficos y, sobre todo, las condiciones climáticas y edáficas locales, son los que determinan qué tipo de vegetación va a prosperar en un área concreta. Gracias a la investigación del polen fósil, hoy sabemos que, al menos en Europa, estos grandes espacios abiertos ya existían a finales del Mioceno – hace siete millones de años –, y “han sobrevivido” en muchos puntos de nuestras latitudes a lo largo del Plioceno y Cuaternario. En función de las condiciones climáticas, estas áreas de vegetación esteparia pueden alternarse temporalmente con bosques de coníferas y caducifolios, o bien pueden permanecer casi inalteradas durante miles o decenas de miles de años, si persisten las condiciones hostiles para el desarrollo forestal. Se trata, por tanto, de espacios seminaturales que, obviamente, no tienen nada de yermos o estériles. Todo lo contrario. A diferencia de las mal llamadas “estepas cerealistas”, las parameras castellano-leonesas, casi siempre con una altitud de entre 900 y 1.400 metros, exhiben ricas comunidades botánicas y faunísticas poseedoras de una significativa diversidad. En nuestro caso, incluso áreas tan cercanas, y más o menos conectadas entre sí, como las de Masa, Amaya y la Lora, presentan, al menos en lo botánico, sutiles diferencias que confieren singularidad a cada una de ellas.

La Lora burgalesa alberga una flora variada y original que reúne 515 especies de plantas vasculares inventariadas por el momento. Se trata, por lo tanto, de una zona de notable diversidad florística y, aunque pueda parecer extraño, también paisajística. En primavera, el páramo “yermo” monocromo de finales de invierno da paso a un paisaje pleno de color donde destacan el amarillo vivo de las genistas o argomas, y el blanco del lino rastrero y los gamones. Al mismo tiempo, en las cárcavas y laderas abarrancadas prosperan encinares y robledales, e, incluso, hayedos de cierta extensión en las cercanías de Ayoluengo y de la Lorilla, más al norte.

En este territorio existen 6 especies botánicas protegidas (Decreto de Protección de Flora 63/2007 de CyL), 40 endemismos ibéricos, y 23 especies de orquídeas confirmadas en el término de Sargentes de la Lora, 19 de las cuales son taxones de vocación paramera. En ciertas áreas privilegiadas – de no más de 6 o 7 hectáreas – encontramos una rica representación de todas ellas. Son superficies del páramo de gran diversidad florística, donde crecen hasta 150 o 160 especies de flora vascular. Todo un lujo que nos invita – prácticamente nos obliga – a divulgar, y por supuesto proteger, este extraordinario patrimonio vegetal, casi inadvertido hasta el momento.

Barranco con quejigos y encinas en San Andrés de Montearados
Barranco con quejigos y encinas en San Andrés de Montearados
Hayedo de Ayoluengo
Hayedo de Ayoluengo
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